CAPITULO II
EL GATO MICHU
DE LA VIDA REAL
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Luego de salir ayudé a los demás, Polin se había pegado en la espalda y tenía algunos rasguños, nuestro amigo Claudio se quejaba de dolores en su espalda y yo tenía algunos rasguños de los vidrios que habían saltado al quebrarse.
Hasta ese momento, no nos habíamos acordado del gato, pero nos dimos cuenta de que el vidrio trasero que estaba al lado de la cama había saltado entero sin quebrarse y nos imaginamos que el michu debería haber salido por ahí. Al rato paso una camioneta con gente y gracias a ellos pudimos conseguir que vinieran con una yunta de bueyes para volver a parar la van; luego de engancharla con cordeles estuvimos gritandole a los bueyes y ayudando para sacar la van la cual perdía algo de gasolina y su batería había quedado seca. Ya estaba obscuro, había llegado la noche y lo único que queríamos era volver a la ciudad, así que le echamos un poco de agua de un riachuelo a la batería y sin parabrisas nos preparamos para volver:
Quizás lo mas terrible de éste accidente no era el deterioro de la van ni el de nuestros cuerpos; había una sensación de tristeza terrible, pues habíamos buscado al michu y éste no apareció por ninguna parte, ese era el dolor mas grande que recibimos y tuvimos que abandonar su búsqueda por lo tarde y obscuro que estaba. El retorno fue sin parabrisas y afirmando con las dos manos el volante que tiraba fuertemente a la izquierda, la causa de esto es que se había doblado un pasador de la bandeja del tren delantero, así que ante el frío y la tristeza regresamos lentamente a la ciudad.
Cuando llegamos a la feria, teníamos además la fiesta de despedida a la cual por supuesto no pudimos acudir, ahora la prioridad era arreglar la van, la feria terminaba el Domingo, y el Lunes debería estar en la ciudad de Temuco para dar unas charlas sobre flora fauna y turismo de Chile.
Al día siguiente había que conseguir el pasador y un parabrisas, lo demás había que arreglarlo en nuestra ciudad al regreso de las actividades.
El día Sábado se nos presentó con algo de suerte pues encontramos el pasador de la bandeja para cambiarlo, y conseguimos a un amigo que nos ayudaría en el trabajo.
Luego recorrí cielo mar y tierra para encontrar el parabrisas, lo cual fue imposible, después de agotar las instancias recurrí a un acrílico transparente el cual corté y acomodé con nuestro amigo mecánico y pusimos con gran precisión. Bueno ese día Sábado fue un arduo trabajo para dejar la van en condiciones de viaje.
La principal aventura aun no llegaba y ésta era la de regresar a buscar al michu.
El día clave era el Domingo, aquel día me puse de acuerdo con un amigo para ir a buscar al gato al lugar del accidente, así partimos después de almorzar en nuestra feliz misión, al rescate del michu.
Pobre michu, acostumbrado a una vida de rey, con una linda camita calentita, con alimento variado y exquisito y con la ternura de quienes lo amábamos, ah, pobre michu, en estos instantes en que no le teníamos, en que no sentíamos sus ronroneos ni sus miau exigiendo algo...pobrecito, nos dolía el alma el no saber que estaría pasando con el; que no ha comido nada, que no sabe cazar, que el bosque es peligroso y mas y mas conjeturas, sabíamos las horas los minutos y los segundos que habían transcurrido desde el accidente.
Al partir en la búsqueda del michu habían muchas interrogantes que trataba de comprender, mi alma estaba inquieta y algo de dolor invadía a mi espíritu; o, mejor dicho un enorme dolor.