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Mis aventuras con el Micchu
Alfred Asís
El micchu daría mucho que hablar, desde sus correrías por
el árido desierto hasta su paso por el lluvioso sur de Chile. Cuando
Alfred y Pola se encontraron con este gato imaginaban el mundo de fantasías
que vivirían junto a él. El micchu, apareció molestando
arriba de la van en que dormíamos en la Ciudad de Iquique, al día
siguiente rondaba por el stand en que trabajábamos como queriendo
integrarse a la familia. Aquella segunda noche quiso estar con nosotros
hasta en la noche y se subió a la van como dueño de casa;
era tan chiquito, angora y gordo que atraía con su estampa magnífica;
ya desde aquel día fue parte importante de nuestras vidas y le
tocó viajar con nosotros a casa distante a 1850 Km.

Fueron tantas las alegrías de este gato, su expresión, su
comunicación, su genio... todo lo dio a conocer y era feliz junto
a nosotros. Seguimos viajando con él por varios años hasta
que un día ocurrió la aventura casi más trágica
en la ciudad de Osorno al sur de Chile.. Era el mes de abril y trabajábamos
en la feria de artesanía tradicional de ésta ciudad; como
siempre nuestro gato nos acompañaba y vivía prácticamente
casi todo el tiempo en la van, esa era su casa y sus dominios en que nadie
entraba. Ese día Viernes eran más de las 4 de la tarde y
el día estaba asoleado y prometía una buena asistencia de
público, pero a Alfred se le abrió el apetito de viaje y
quería viajar a la zona costera de Osorno.
Era algo insólito un viaje tan apresurado a tan alta hora de la
tarde y dejar el stand cerrado, además Pola no estaba bien pues
había sufrido una quemadura en su pie la cual era muy dolorosa,
y como si algo nos quisiera detener, nuestra van no podía salir
por tener un vehículo que le cerraba el paso. Bueno, ya habíamos
invitado a un amigo y con él y otros levantamos el vehículo
y le hicimos espacio a la van para salir. El micchu se fue para la parte
trasera de la van ese era su dominio arriba de la cama, mi amigo se sentó
como acompañante y Pola se acostó en el asiento largo para
descansar su pie.
El viaje tardaría aproximadamente una hora y el camino era parejo
pero de tierra, avanzamos por casi media hora y ocurrió lo increíble.
Al salir de una curva nos encontramos con un camión con tolva cargado
de piedras, éste venía ocupando más de la mitad del
camino, las orillas de las bermas eran redondeadas y había mucha
piedrecilla suelta, la velocidad de la van no era tanto, la del camión
si era bastante y no le importó nada la ocupación de tanta
vía. Alfred gobernó la van y se bajó a la berma y
acelerando para afirmarse y pasar luego frente al camión logramos
salvar un choque frontal que habría sido fatal; luego de pasar
el primer susto vino lo segundo, al salir de la redondeada berma la van
pego un salto y resbalo hacia la izquierda, luego al pretender gobernarla
hacia la derecha siguió resbalando y así hasta que se fue
hacia el borde del bosque cayendo a una baja altura pero estrepitosamente.
Menos mal que no estábamos en los sectores con acantilados pues,
ahí sí que había una gran altura y habría
sido desastroso.
Por breves momentos me di cuenta de cómo pasaba todo, la van cae
y pasa a escasos centímetros de un árbol y se voltea hacia
la izquierda chocando con una empalizada quebrándose el parabrisas
y al fin se detiene de lado.
La primera reacción después de caer es preguntar si paso
algo... y nadie responde, quizás nadie respondió en 5 segundos,
pero éstos fueron una eternidad, el sólo pensar que habían
consecuencias mayores era terrible...
Pero al fin sentimos que estábamos bien y había que salir;
la altura era increíble había que salir por la puerta del
conductor pues por el frente estaba lleno de tablones que habían
quebrado el parabrisas.
Luego de salir ayudé a los demás, Pola se había pegado
en la espalda y tenía algunos rasguños, nuestro amigo Claudio
se quejaba de dolores en su espalda y yo tenía algunos rasguños
de los vidrios que habían saltado al quebrarse.
Hasta ese momento, no nos habíamos acordado del gato, pero nos
dimos cuenta de que el vidrio trasero que estaba al lado de la cama había
saltado entero sin quebrarse y nos imaginamos que el micchu debería
haber salido por ahí.
Al rato paso una camioneta con gente y gracias a ellos pudimos conseguir
que vinieran con una yunta de bueyes para volver a parar la van; luego
de engancharla con cordeles estuvimos gritándole a los bueyes y
ayudando para sacar la van la cual perdía algo de gasolina y su
batería había quedado seca. Ya estaba obscuro, había
llegado la noche y lo único que queríamos era volver a la
ciudad, así que le echamos un poco de agua de un riachuelo a la
batería y sin parabrisas nos preparamos para volver. Quizás,
lo más terrible de éste accidente no era el deterioro de
la van ni el de nuestros cuerpos; había una sensación de
tristeza terrible, pues habíamos buscado al micchu y éste
no apareció por ninguna parte, ese era el dolor más grande
que recibimos y tuvimos que abandonar su búsqueda por lo tarde
y obscuro que estaba. El retorno fue sin parabrisas y afirmando con las
dos manos el volante que tiraba fuertemente a la izquierda, la causa de
esto es que se había doblado un pasador de la bandeja del tren
delantero, así que ante el frío y la tristeza regresamos
lentamente a la ciudad.
Cuando llegamos a la feria, teníamos además la fiesta de
despedida a la cual por supuesto no pudimos acudir, ahora la prioridad
era arreglar la van, la feria terminaba el Domingo, y el Lunes debería
estar en la ciudad de Temuco para dar unas charlas sobre flora fauna y
turismo de Chile.
Al día siguiente había que conseguir el pasador y un parabrisas,
lo demás había que arreglarlo en nuestra ciudad al regreso
de las actividades.
El día Sábado se nos presentó con algo de suerte
pues encontramos el pasador de la bandeja para cambiarlo, y conseguimos
a un amigo que nos ayudaría en el trabajo.
Luego recorrí cielo mar y tierra para encontrar el parabrisas,
lo cual fue imposible, después de agotar las instancias recurrí
a un acrílico transparente el cual corté y acomodé
con nuestro amigo mecánico y pusimos con gran precisión.
Bueno ese día Sábado fue un arduo trabajo para dejar la
van en condiciones de viaje.
La principal aventura aun no llegaba y ésta era la de regresar
a buscar al micchu.
El día clave era el Domingo, aquel día me puse de acuerdo
con un amigo para ir a buscar al gato al lugar del accidente, así
partimos después de almorzar en nuestra feliz misión, al
rescate del micchu.
Pobre micchu, acostumbrado a una vida de rey, con una linda camita calentita,
con alimento variado y exquisito y con la ternura de quienes lo amábamos,
¡ah! pobre micchu, en estos instantes en que no le teníamos,
en que no sentíamos sus ronroneos ni sus miau exigiendo algo...
pobrecito, nos dolía el alma el no saber que estaría pasando
con él; que no ha comido nada, que no sabe cazar, que el bosque
es peligroso y más y más conjeturas, sabíamos las
horas los minutos y los segundos que habían transcurrido desde
el accidente.
Al partir en la búsqueda del micchu habían muchas interrogantes
que trataba de comprender, mi alma estaba inquieta y algo de dolor invadía
a mi espíritu; o, mejor dicho un enorme dolor.
Pero algo me decía que volvería con mi amado gato; como
nunca, soñaba con tomarlo en brazos y decirle lo tanto que le quería.
Después de viajar una media hora llegamos por fin al lugar del
accidente, muchas cosas que habían quedado tiradas ya se las habían
llevado, los buitres que habían bajado para dejar limpio el sector,
"humanos depredadores".
Bueno con mi amigo Juan nos metimos al bosque y entre árboles y
arbustos, encendí un cigarrillo y me entregué a la tarea
de búsqueda, camine y camine por la floresta por mucho tiempo,
éste era interminable, le llamaba con el pitito que hacía
con mis labios al cual el respondía siempre, pero ahora no recibía
respuesta.
Después de un largo rato salimos al camino para buscar a gente
del lugar y preguntarle por el gato.
Cuando encontramos una casa acudimos a ella y le preguntamos a sus moradores
si habían sabido de algún gato que merodeara por el lugar;
nuestras esperanzas cobraron nuevos bríos al escuchar que había
andado algún animalito en el bosque, así que volvimos a
entrar en el llamando al micchu con más energía, después
de un gran rato nada pasaba; a lo lejos ladraban perros, los que me echaban
a andar la imaginación pensando que podía haber
sido atacado por ellos, y volvían los recuerdos, y me recordaba
de muchas veces que me tocaron vivir angustias con él. Como ese
día que lo llevé al Valle de la Luna en el altiplano Chileno;
él, se paraba en la ventana de la Van para observar todo a su alrededor,
ya atardecía y la noche se presentaba con su obscuridad total,
sin luna no se veía a un metro; cuando volvía ya por el
camino me detuve en la berma, di la vuelta por detrás de la Van
y me habré demorado un minuto, cuando cierro la puerta y me apresto
a partir, por instinto miré hacia atrás por el espejo lateral
ya que debía retomar el camino, y, me encuentro con la imagen del
micchu en el espejo; este, había salido de la Van cuando abrí
la puerta, y no me había dado cuenta; casi lo pierdo en esa oportunidad;
nunca habría encontrado aquel sector en el que todo es parejo e
igual, la fisonomía del camino no cambia en decenas de kilómetros.
Siguiendo con la búsqueda… regresamos al camino nuevamente
para ver si algo aparecía, ya estábamos perdiendo la fe,
pero insistí y le dije a mi amigo vamos por última vez a
revisar el bosque. Y así entramos nuevamente al bosque y seguimos
buscando durante largo rato, nos separamos para ampliar más la
búsqueda; en un momento pensé realmente lo que significaba
regresar sin mi gato, todas las esperanzas y la fe que había dejado
ver en mí no se cumplirían y esto era muy triste; entonces
se me ocurrió al mirar mi mano con el cigarrillo encendido ofrecer
algo a Dios para que el bosque me devolviera a mi querido micchu, y...
le dije a Dios: ¿sabes Dios te ofrezco un sacrificio si me ayudas
a encontrar a mi gato? apagaré éste cigarrillo y no fumaré,
dicho esto apagué mi cigarrillo y lo boté. Al momento de
hacer éste mi último intento de encontrar al micchu sentí
a lo lejos a mi amigo que me llamaba pues había escuchado algo
que provenía del fondo de una quebrada. Rápidamente me trasladé
hasta donde se encontraba mi amigo Juan y vi que en el fondo de la quebrada
había mucha vegetación y desde su espesura comenzó
a salir un tenue sonido de miau... ¡oh!…
que alegría más ¡grandeeeeeee! no lo podía
creer y quería escuchar más, y más, así que
lo comencé a llamar con
mi pitito y mandé a Juan a buscar un cordel para bajar a buscarle.
De pronto el micchu apareció entre la espesura mirando hacia arriba
donde yo estaba... fue una verdadera impresión el verlo, y hablaba
y hablaba sin parar, que miauuu, que requete miauuuu, mientras subía
en mi búsqueda, ahora el acudía a mis brazos... ¡oh!
Señor que regalo más grande me has dado, regalo que se ha
multiplicado, he encontrado a mi gato y he dejado de fumar. En aquel momento
mi alma se desbordaba de emoción, mis lágrimas eran contrarrestadas
por la inmensa alegría de mi espíritu; el micchu estaba
en mis brazos, me miraba y me hablaba descontroladamente, lo que hacía
subir más mi adrenalina, ya, no trataba de entender lo que decía,
sino que, le escuchaba hablar y eran verdaderas palabras de gato emocionado.
Así nos fuimos con el micchu a la van y de regreso, cuando llegamos
a la feria todos estaban esperando la buena noticia, el micchu era lo
más importante en nuestras vidas. El micchu estuvo durante 12 años
en nuestras vidas llenándonos de alegría y cariño;
supimos que moriría dos meses antes de su partida, un tumor había
atacado su guatita y lo estaba consumiendo. Recuerdo ahora que, no le
creí al Veterinario, no imaginé nunca a mi gato enfermo,
quizás por la fe que tenía no imaginé que el micchu
tenía fecha de muerte, era inimaginable para mí, por ello
no lo creía.
Recuerdo que no me afectó su enfermedad, pues, el nunca perdió
la lucidez y su ánimo era el de siempre, algo decaído que
casi no se notaba. Pero si, su cuerpo denotaba un deterioro general, además
de comenzar a adelgazar, lo que si era notorio, debido a que él
era enorme con sus 7 kilos y enorme melena.
Hicimos el último viaje a su tierra, Iquique, lo pasó lindo,
aquí está en una de nuestras paradas en la pampa nortina
de Chile, cuando nos deteníamos a comer algo en el camino, él
era el primero que se presentaba para que le diéramos algo.
Ya se notaba su carita de enfermo, pero no perdía la postura.

Aquel fin de año ya se veía delgado y había perdido
su señorial caminar pero nunca perdió el amor que nos profesaba
a cada momento. Un día 1 de Enero llegábamos a la casa de
playa donde él se había quedado todo el día, a eso
de las doce de la noche; cuando al entrar en casa sus lamentos se dejaron
sentir, era como un ¿por qué, por qué no llegaron
antes? si tanto los estaba esperando para morir; trataba de caminar y
se iba para el lado, sus ojos eran dos diamantes brillantes que no querían
apagarse,
lo había pasado muy bien en la tierra junto a nosotros… no
quería irse. El micchu estuvo tres horas agonizando... hasta que
a las tres de la madrugada emitió su último suspiro. El
micchu se quedó en nuestro jardín para siempre, sobre él
hay flores que crecen en primavera, flores que llaman mi atención
cada vez que muestran sus colores rojos y me traen a la memoria a este
maravilloso animal que no se va del jardín, que quiere permanecer
por siempre a nuestro lado.
¡Oh...Señor!...
te pedí con tantas fuerzas que me ayudaras a encontrarle cuando
se perdió...
y te pedí con las mismas fuerzas que te lo llevaras para que no
sufriera.
Adiós micchu querido, siempre estarás en nuestros corazones.
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