EL NUEVO
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Después de unos cuantos días supimos que los dos tenían casa, y que los querían igual que nosotros. Estos dos gatos malositos eran unos bribones; por eso que el RUCIO llegaba a casa a comer y después de ello tenía una gran bola de estomago, grande y dura; era un verdadero goloso. A veces se le veía siguiendo a alguien en la apacible calle, era muy regalón, y sabía conquistar. Era muy raro que permaneciera en este lugar, pues su estampa daba lugar a que se lo llevaran, lo cual llegaría a ser cierto.
Un día estábamos en la noche y les habíamos llenado los platos con alimento y leche a los dos en la terraza; de pronto sentimos unos maullidos de enojo y rabia; al acercarnos por la ventana a ver que pasaba, la sorpresa fue grande.. Estaban el RUCIO y OJITOS, sentados junto a sus platos mirando hacia la muralla, en la cual se encontraba otro gato, que quería ser invitado; pero, por supuesto que la fiesta solo era para dos, así que no había caso, ya los anfitriones eran muchos, así que el RUCIO tomando la delantera se acercó a un gran gato amarillo con manchas, angora también y le conminó a abandonar el jardín de su propiedad.
No había caso, cuando el nuevo intruso se acercaba mucho en los días siguientes el RUCIO castañeaba los dientes como queriendo decir mejor te vas antes de que te engulla.
Así el nuevo gato solo venía cuando no estaban ellos, y empujaba la puerta de la casa haciéndola sonar fuertemente, lo cual nos hacía disfrutar de su encanto y, le dábamos algo de alimento.
Luego un día, OJITOS comenzó a entrar en la casa, siempre lo hacía el RUCIO solo, pero ahora este otro había tomado mas confianza y entraba por un rato en la noche a ronronear para recibir leche y comida. Y aquí nos encontramos con la sorpresa mayor,